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Foto del escritorClaudia Foster

El poder del Arte: Van Gogh

Por: Claudia Foster.


“Cuando escucho una voz que me dice que no puedo pintar, entonces más que nunca pinto, es lo único que hace que esa voz se vaya”

(Vincent Van Gogh)



Importante resaltar el hecho de que la o las patologías de Van Gogh son diagnósticos meramente especulativos, a ciencia cierta nadie sabe qué es lo que realmente tuvo. Imposible para el psicoanálisis dar un veredicto de una persona que ya no está con vida por más que tengamos un “reality show” representado de su vida y sus obras. Ya Freud lo decía en: “Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci y otras obras” que “el psicoanálisis no puede hacer un diagnóstico a partir sus pinturas al analizar a uno de los hombres más importantes del Renacimiento italiano”(1). Lo que sí sabemos es que Vincent fue un genio enigmático cuyos contornos apenas se pueden sospechar pero nunca exhaustivamente.


Lo que se sabe es que a partir de que Vincent se cortó la oreja en 1888, empezó la crisis más aguda, al parecer, su oreja era una ofrenda a una prostituta, ya que él tenía cierto aprecio por las personas vulnerables y marginadas, esto aunado a que había visto corridas de toros en donde es usual que el matador ofrezca la oreja a la dama de su elección. Esto lo hizo en un período de gran confusión y locura ya que al parecer nunca se manifestó sobre esto en ninguna de sus cartas por tanto son meras especulaciones. Lo que es un hecho es que actuó en un estado de vivencia anormal de su significación.


Se sabe por sus cartas lo siguiente: “durante mis crisis creo que lo que imagino es real”, por lo que la pérdida del sentido de realidad nos hace suponer un estado de psicosis aguda y dadas las alucinaciones acústicas y ópticas y la pérdida del sueño. Pero el síntoma más agudo podría haber sido: la pérdida del afecto, gran angustia de estar solo durante la noche con intentos de suicidio constantes. El polo opuesto: éxtasis y felicidad caracterizados por ideas religiosas exageradas y sin sentido alguno. Todo esto con intervalos de entera lucidez y capacidad de trabajo al pintar. Por tanto se podría decir que sufrió de una psicosis cicloide con perturbaciones polimórficas.


Pero a todo esto hay que agregar algo muy importante: en sus cartas invitaba a la gente a contemplar sus obras como espejo de su vida espiritual por lo cual podemos suponer que Vincent sintió en su enfermedad como “dos sentimientos estrechamente emparentados, los dos polos opuestos de angustia y felicidad que se encuentran en los rostros de los niños retratados” (2)


Mucho se dice que también sufrió de xantopsia, una patología visual que le hacía ver en tonos amarillentos, de ahí la importancia del color amarillo en todas sus obras, lo que se conoció como “su época amarilla” (1888 y 1889). También sufría de crisis glaucomatociclíticas, en donde hay un oscurecimiento de la córnea que le hacía ver halos circulares alrededor de los puntos de luz, algo que algunos expertos le achacaban a la intoxicación por el consumo de plomo de las pinturas.


En cuanto a la melancolía que sufría ésta, en mi modo de ver, se observa mucho en su relación con Paul Gauguin. Vincent giraba alrededor de éste y también mucho sus estados de ánimo. Psicoanalíticamente hablando y ahondando un poco en su vida e historia con su padre con el que no tuvo nunca una buena relación, ésta pudo haberse desplazado hacia Paul haciendo como una reedición de su padre en Paul. La melancolía está caracterizada por: el objeto internalizado es persecutorio y malo durante la infancia (padre de Vincent) y al morir éste, Vincent pudo haberla sentido con culpa por el temor de haberle hecho daño de regreso. Con esa culpa y auto-reproche viven los sujetos melancólicos toda su vida, otro dato curioso es que al casarse su hermano Theo, su gran confidente y amigo toda su vida, Vincent lo vivió como otra pérdida fuerte. Theo fue para él su único tesoro, era su hermano menor en quien volcó su amor por el vacío tan grande de afecto por parte de sus padres. Vincent siempre cuidó que no le faltara lo mismo que a él: tiempo y cariño, le inculcó la pasión por la naturaleza y su aprecio. Hoy es un hecho que sin Theo y su fe inquebrantable en Vincent, no tendríamos los cuadros que hoy nos conmueven.


Escribía frases como esta: “ Cuando escucho una voz que me dice que no puedo pintar, entonces más que nunca pinto, es lo único que hace que esa voz se vaya”. Para el psicoanálisis esto es muy revelador: quizás esa voz constante y sonante, era la de su padre castrante y maligno en la mente de Vincent. Pero la existencia de Theo lo fortificó por siempre.


1. Freud,S. (1910). Obras Completas. Amorrortu, 2012, p. 59.

2. Arnold WN (1988), Vincent Van Gogh and the thujone connection. JAMA 260:3042-3045.


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