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Foto del escritorClaudia Foster

El laberinto de la Soledad y psicoanálisis (Octavio Paz)

Freud hacía énfasis en leer a los poetas, y los poetas mexicanos han sido poco abordados en México. El laberinto de la soledad aborda la identidad del mexicano. Hemos pensado muy poco por cuenta propia, casi todo viene del extranjero. Palabras nuevas, ideas nuevas, son necesarias y precisamente Octavio Paz juega con la lengua. Un ejemplo de esto es la palabra: Chingar. Esta palabra es un significante que representa a la cosa a la que se dirige y de la que parte y que falla en esa representación en la medida en que es equívoca pues toda palabra es equívoca pues siempre decimos más de lo que queremos y no podemos nunca decirlo todo, entonces hay que retomar estas palabras y cuestionarnos: ¿Qué nos dice de nosotros?


Freud se refiere a lo trágico y lo cómico de las palabras. Recordemos que a todo fantaseo de un adulto hay detrás un juego de niños, sabemos que en un análisis hay que dar lugar a la escucha de aquel niño. Decía Freud que un niño no oculta su jugar, mientras que el adulto se avergüenza, se avergüenza de sus fantasías y se oculta de los otros, pero justamente en el juego de palabras, es donde aparece el deseo.


El deseo juega con las palabras, así el sujeto y el analista juegan a cazar ese deseo, así todo análisis es lúdico para todos los sujetos. Así el mexicano en su origen infantil con todo lo que implica la inocencia, será una fuente de alteración ambivalente, una fuente dual de amor y odio. ¿Qué hay dentro de nosotros que nos causa tanta verguénza y apocamiento?


Los mexicanos somos grandes simuladores que nos convertimos y convertimos a los otros en fantasmas y así la sombra de “nada” se extiende sobre México. Hay una sombra existencial que es visible en competencias de futbol, juego y pasíon nacional por la excelencia, etc.


Paz ofrece en El Laberinto de la soledad, mutua incomunicación de algunos estratos pensantes y represión de algo “inconfesable” que como mexicanos inteligentes y sensibles nos ha impedido ser y conversar. El mexicano no quiere ser: ni indio ni español, es “hijo de nada” cree que empieza en sí mismo, situación psíquica y existencial que le genera una sensación de vivir en un estado de falta, soledad y culpa irremediable. Es un ser que cuando se expresa se oculta. Al indio, le han aplastado durante siglos su dignidad, convirtiéndolo en un esclavo y en su condición atroz busca hacerse de un sitio, es siervo en la hacienda, labriego en la comunidad pequeña, instrumento en un mundo espiritual de inciensos, velas y santos. Es incompatible con la ley en movimiento. Paz no centra su libro en la modernidad sino en la soledad y aislamiento en la vida contemporánea.


El culto al progreso está en la raíz de acciones gubernamentales y en actos individuales. El Pachuco, la Chingada, La Fiesta, La Muerte y la historia son elementos característicos de nuestra cultura.


La mexicanidad es una manera de no ser nosotros mismos, una reiterada manera de ser y vivir otra cosa. Somos soledad en primer lugar, somos distintos a los norteamericanos, extraviados en un mundo de máquinas y preceptos morales. Hay un aislamiento local frente a la prepotencia del imperio o el sistema financiero internacional. Pero no sólo es asunto de deseos y pulsiones ocultas, sino de autoritarismo y represión eclesiástica, empresarial y gubernamental.




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